domingo, 25 de agosto de 2013

9 meses de embarazo

La dulce espera, o el embarazo, son 40 semanas de nervios, emoción e ilusión. A mi se me hizo muuuy largo.

¿Por qué? Porque soy ansiosa. Soy una persona a la que le gusta planearlo y controlarlo todo (no tengo remedio) y, en un principio, pensar en nueve meses me dio tranquilidad. ¡Sabía cuándo y cómo ocurriría! 

Pero no. Primero esperas que pase el primer trimestre, por aquello de los riesgos de aborto. Después, esperas a que pase la ecografía de la semana 20, que sabes que es fundamental para saber cómo esté tu bebé. Después, llega esa eterna recta final que supone el camino al parto. Las llamadas y mensajes se intensifican. "¿Te notas algo hoy?", "¿Cómo te encuentras?", "¿Ya?"

El caso es que estos nueve meses han pasado lentos, aunque es cierto que me han venido bien con todas sus horas y días para poder organizarme y prepararme para la maternidad.

Por eso, como ya os he comentado alguna vez, su padre y yo decidimos inmortalizar mes a mes la evolución de mi barriga. 17 kilos en total, de los que 4,190 eran de niño y casi todo lo demás retención de líquidos. Ahora quedan 4 que sudar. Aquí tenéis esa evolución. En el mismo sitio, lástima que al principio no me pusiera la misma ropa.




Ahora que ya tengo a mi niño conmigo puedo decir que ha sido la experiencia más bonita de mi vida. Es maravilloso sentir que llevas a tu hijo, tu creación, dentro de ti. Es increíble saber que solo unos centímetros de piel te separan de él. Que todas y cada una de sus patadas y movimientos son obra de su padre y tuya.

Ahora tocarle, olerle, besarle y sentirle permanentemente a mi lado es lo que quiero hacer el resto de mi vida.

¿Qué os parece la evolución de los nueve meses de barriga? ¿Vais a hacerlo cuando os quedéis embarazadas? Yo, desde luego, lo repetiré.

Objetivo mamá

domingo, 18 de agosto de 2013

27-7-2013: el día que nació mi niño

¡He vuelto! Y quiero compartir con vosotras el día más bonito de mi vida.

A lo largo de estos últimos meses ha habido varias fechas que para siempre se quedarán marcadas en mi calendario. La primera de ellas, el 28 de noviembre, el día en que supimos que estaba embarazada. La segunda, el 12 de diciembre, el día en que escuchamos el corazón de mi pequeño por primera vez. También ha quedado para siempre grabada en nuestras memorias el 20 de marzo. El día sin duda más agridulce de este último año y me atrevería a decir que de nuestras vidas, un mal diagnóstico nos dio un buen susto que se solucionó horas después.


Pero sin duda, si hay una fecha importante que supera al resto y que se ha puesto por delante de aniversarios, cumpleaños o efemérides es el 27 de julio, el día en que nuestro niño vino al mundo.

Han pasado 22 días y me da la sensación de que ha pasado un año. Primero, por lo intenso de estas jornadas de pañales, tomas de leche, mecidas y susurros, segundo, porque parece que conozco a mi hijo de toda la vida. Aún así, reconozco que cuando nació lo primero que pensé fue en cómo podía haber vivido tanto tiempo sin él. Su mirada, su sonrisa, su piel, su olor... 




Al final nació por cesárea programada a las 39+2 semanas de embarazo. Un ginecólogo del hospital en el que di a luz lo estimó conveniente por el tamaño del gordito. Siempre nos dijeron que iba dos semanas por delante de su peso y tamaño y en las últimas semanas se disparó. La última ecografía, justo dos días antes, anunciaba que pesaba 4,600 gramos y aún no estaba encajado. El médico dijo que el peso podía oscilar y ser 300 gramos superior o 300 inferior. Nos dijo que si no me ponía de parto de manera espontánea y llegaba a la semana 41 el niño fácilmente podía pesar 5 kilos y eso iba a ser cesárea si o si, así que no me dio opción. "El sábado a las 7.30 aquí".

Buff, y qué vértigo. Te dicen eso y te entra el canguelo. Saber la fecha de parto da lugar a dejar la casa recogida, a cerrar planes o trámites, a quedar con gente y deshacer planes sin necesidad de dejar a nadie tirado y a hacer cosas que debes hacer, como quitarte la pintura de uñas, depilarte o terminar sin prisa la bolsa del hospital. ¿Lo malo? Lo malo es que te agobias sabiendo cuando va a nacer, te entran mil temores, "¿Saldrá bien?", "¿Me dolerá mucho?", pero rodearte de personas que evitan que pienses en ello ayuda, y mucho. En mi caso lo hice de mi madre, con la que me fui de tiendas, con mi mejor amiga, que me llevó de rebajas y con Á, que pese a su aprensión se ha portado como un auténtico campeón, como un padre, lo que es.

Así que allá que nos plantamos el sábado. Más tranquilos que nerviosos –dormí toda la noche del tirón, ¡lo que es evadirse!– y, mientras, al otro lado, las personas más importantes esperaban paciente o impacientemente, no lo sé, aunque me lo imagino. El caso es que a las 12.30 de la mañana me dijeron que me llevaban a quirófano y a las 13.05 nació mi niño.

Si hay algo que nunca podré "perdonarme" es no haberlo parido de manera natural, aunque la prescripción médica mandaba, estaba claro. Aún así, tenía la esperanza de verlo nacer ya que las cesáreas, como sabéis, se hacen con anestesia intradural, es decir, te duermen de barriga para abajo y al menos estás al tanto de lo que ocurre. Yo no pude, pues hubo problemas con la anestesia y al séptimo pinchazo –dolores y nervios incluidos– decidieron dormirme tras quejarme por el dolor de los cortes. Así que lo último que recuerdo es decir "Ay, ay, que me duele, que lo noto" y lo siguiente oír a mi madre y a Á susurrándome que ya había sido mamá en la sala de recuperación. Después me trajeron a mi niño y se paró el mundo. No paraba de llorar, y yo tampoco.

Ha sido toda una experiencia. No he sufrido los dolores de un parto natural pero sí los posteriores de una intervención quirúrgica y no puedo entender cómo hay gente que opta a esto sin pensarlo, pero está claro que cada persona es un mundo. Aún así, puedo decir que a 22 días del parto me encuentro casi bien, por no decir bien. Tengo una señora costura y aún me sobran unos kilos, pero atrás quedaron los dolores, los calambres, las contracciones fuertes del útero volviendo a su sitio –aún le queda– y los tirones de los puntos.

Es fundamental rodearte de personas que te lo ponen fácil. Sin Á y su ayuda los primeros días –sobre todo los del hospital– no habría podido. Sin mis padres y mi tía, que han venido a ayudarme sin importarles la hora o qué hacer, como limpiar o asearme, o sin mis suegros, que entre otras cosas nos han llenado la nevera de delicatessen y no dejan lugar a que nos quedemos sin pañales.

Pero pese a todo lo malo, merece la pena, y repetiré. Me haría una y mil rajas más con tal de tener un tesoro como el que tenemos en casa. Sano, guapo y fuerte. 

¿Qué más se puede pedir?

Objetivo mamá

jueves, 1 de agosto de 2013

5 días

Hoy hace cinco días del día más feliz de mi vida. El sábado 27 de julio nació un ángel que ha venido a alegrarnos la vida a muchas personas que, de una manera o de otra, a partir de ahora siempre estaremos a su lado. 

Grande, guapo y bueno. 4.200 gramos de felicidad y 52 cm de ternura. Su padre y yo estamos en una nube desde entonces y creo que será difícil bajarnos de ella.


Trataré de actualizar todo lo a menudo que pueda y prometo contar con pelos y señales como fue el parto. Ahora andamos extasiados entre arrumacos, tomas de leche y pañales, pero esperamos cogerle el punto en breve y aquí estaré yo para contarlo todo, todo y todo.

Gracias a todos por vuestros buenos deseos y por haber estado pendientes de mi embarazo. Os quedáis como espectadores de la crianza de un bebé?

Objetivo Mamá