Hoy hace un año del hasta ahora el peor día de mi vida.
Debían ser las 5 de la tarde, estábamos tan tranquilos... El médico que me hacía la ecografía de las 20 semanas estaba silbando y, de repente, paró.
Recuerdo temblar, la expresión cuerpo calloso y oir, de lejos, que me tenía que hacer una resonancia magnética urgente.
Todo se nos vino abajo y las ilusiones se quebraron. Recuerdo cómo se apresuraron en recordarme que estaba en el límite y que en unos días acababa "el plazo".
Recuerdo llamadas de teléfono a todas las clínicas privadas de Málaga. Recuerdo que ya eran las 7 de la tarde y que todos lo dejaban para el día siguiente. Aún no sé cómo, pero en el centro Gutenberg accedieron a vernos al caer la noche. Nunca estaremos suficientemente agradecidos a esos médicos que se quedaron media hora más para acabar con nuestra angustia.
Y digo acabar porque gracias a Dios mi hijo estaba sano. Aún así, en los días sucesivos, nos hicimos varias pruebas más para descartar.
La semana que viene cumple ocho meses. Está a punto de decir mamá, casi anda y no para de reírse. Todo eso que el médico me dijo que no haría.
Sed felices, de verdad
Objetivo mamá